Imagino que sabéis que Manolo Blahnik es canario, de la isla de La Palma. Más bien su educación es inglesa, y es tan tan educado como un inglés, pero su respeto y su cariño por las islas son propios de alguien de aquí, alguien que adora el paisaje y sus islitas, pero un día tiene que dejarlas con la sensación de que debe algo o que deja algo atrás que es muy valioso. También es típico de un isleño el tratar de pasar desapercibido y por eso, antes de irnos a playas mallorquinas rodeados de glamour, preferimos pasar el verano en la playa de nuestro pueblo, lugar de encuentro de amigos de la infancia y salpicados por la arena negra. Y eso le ocurre al pobre y al rico, al millonario y al de clase media. Preferimos oír el silencio al bullicio, y ojalá eso nos dure muchos años. Siempre hay excepciones, pero esto es algo generalizado.
Es algo normal ver a Manolo Blahnik pasear alguna vez por la Rambla de Santa Cruz de Tenerife, imagino que viene a ver a amigos de la infancia que se fueron de su isla a prosperar algo más a la isla mayor. Muchos en la ciudad ni saben quién es. Pero los que le conocemos respetamos su intimidad, no nos acercamos, le dejamos tranquilo, pero es inevitable quedársele mirando pasear con aquella elegancia que no es propia de estos lares, esos vestidos, esos colores, esos pañuelos, ... ese bastón y ese porte y esa forma de tomar el café leyendo la prensa inglesa. Hoy me le quedé mirando atontada pensando que delante mío tenía un genio pero no podía decirle nada por el gran respeto que me inspira. Le ví cabizbajo, tocando un árbol, como si intentase que el árbol le pasara energía, algo así. Imagino que habéis visto las imágenes de las riadas en mi ciudad estos días, pero el árbol sobrevivió, como si fuera un milagro. Es centenario y aguantó la embestida. Ya está todo limpio y el sol volvió a salir. Me quedé mirando al árbol y Él me dijo: Piensas lo mismo que yo, este árbol es mágico. Y yo le contesté: I agree, Sir!!! con una gran sonrisa como si me hubiera dirigido la palabra el mismo Nelson Mandela. Le contesté en inglés para que se diera cuenta de que sé quién es, me picó el ojo y siguió caminando. Otros se quedaron mirándole, como si le hubieran reconocido, pero él pudo seguir su camino tranquilo. Yo salí corriendo a buscar a mi churri a la cafetería donde habíamos quedado para contarle lo que me pasó, extasiada.
Un día en una entrevista en Vogue le preguntaron por sus raíces canarias y dijo que nunca ha olvidado sus islas, pero que formaban parte de su intimidad. A los pocos días le llamaron para nombrarlo hijo predilecto de su isla de nacimiento. No contestó, pero el acto se celebraría igualmente e iría su madre en caso de que él no pudiera. Cuando ya todos pensaban que no vendría porque lo consideraba un acontecimiento impropio de su categoría o algo así, el Presidente de la Comunidad Autónoma canceló su asistencia porque tenía otras cosas que hacer, el Presidente del Cabildo igual y otros altos cargos chapuceros. Cuando el artista se aseguró de que esta gente había cancelado su asistencia, hizo acto de presencia Él. En el acto, lo nombraron, apareció, recogió su insignia, se emocionó y se fue a celebrarlo con su madre con un buen vino malvasía.
Otro día leí una entrevista suya en El País. El periodista, algo irónico o con sorna, dijo que lo llamó por teléfono y le contestó desde un barco suyo que navegaba por el Banco Canario-Sahariano. Lejos del glamour de Cannes o de Baleares. Aquí, en el Atlántico, prefiere pasar desapercibido y hacer lo que le da la gana. Le contaba al periodista que prefería las islas para descansar porque era el único lugar del mundo donde se le respetaba por la calle y le dejaban tranquilo, sin fotos, y que la gente le reconocía pero no le paraban para no molestar. Todo lo contrario a lo que le ocurre en Madrid o en cualquier otro lugar donde no paran de hacerle fotos.
En Lanzarote hay una gran casa que el rey Hussein de Jordania mandó construir a orillas del mar en la localidad de Costa Teguise al noreste de Lanzarote. Hussein jamás se hospedó en ella pero sí lo hizo uno de sus hijos para pasar allí un periodo de vacaciones tras su boda. A finales de 1980, Hussein regaló la casa a Juan Carlos I, rey de España, quien a su vez la cedió a Patrimonio Nacional. La familia real ha frecuentado La Mareta como lugar de vacaciones pero creo que muy poco. Claro está que no tiene allí el apoyo de los empresarios de la isla como ocurre en Mallorca. Tampoco los periodistas allí les persiguen, ni siquiera a Zapatero que ahora la habita en verano, hacen las fotos de rigor, y se les deja en paz. Siempre a los canarios nos ha faltado el glamour de los famosos para poder promocionar las islas turísticamente. No ha llegado ninguna Grace Kelly, ni ningunos reyes a apoyarnos en esa labor, ni a promover inversiones millonarias. Pero como dijo Manolo Blahnik, que eso nunca ocurra por favor, sigamos pasando desapercibidos, porque si no las islas perderán su encanto, y se llenarán de clínicas de estética, construcciones aberrantes y gente de mal gusto. Creo que tiene mucha razón. Es mejor así.
Otro día ví una entrevista en Informe Semanal de Miguel Delibes escritor que me fascina, que contaba que le gustaba mucho vivir en Valladolid, pero que se había ganado fama de antipático porque todo el mundo le preguntaba por la calle como estaba y él se enfadaba porque no le dejaban pasear tranquilo. Yo pensé: aquí eso no ocurriría. Y me sentí orgullosa de mi islita.
Estoy bien, no me llevó la riada y sigo pensando que jamás me iré de aquí.
Y vosotras ¿qué adoráis de vuestra tierra?
Besos a todas.